jueves, 8 de septiembre de 2011

01

Le salieron tres colmillos más y un premolar sobre un diente superior derecho. Todo pasó de repente, no fue por la noche mientras dormía sino mientras estaba despierta, consciente. Viajaba en un auto con rumbo fijo, sabía hacia donde iba pero no cómo iba a llegar, de repente se percató que su acompañante se levantó del asiento y le dijo: Dejo mi teléfono, encárgaselo a alguien. Te veré en el dentista.

Las cuadras pasaban lentamente mientras ella sentía la molestia en el maxilar superior, justo ahí no estaba consciente del problema real y sólo pensaba en lo incómodo y atemorizante que era su visita al médico de los dientes.

-¿Puedo dejarle este celular?-le preguntó a la señora que estaba en el asiento próximo, era una total desconocida y aún así le dijo que pasara con él cuando estuviera lista, la chica bajó del autobús y empezó a caminar llevada por un sentimiento más que por una razón, sus piernas se movían solas y de pronto giró frente a la vitrina de una tienda de electrodomésticos, sonrió y se aparecieron los cuatro monumentos blancos, a pesar de lo increíblemente extraño del suceso, la chica no se inmutó en lo más mínimo, simplemente se acercó más al vidrio y comenzó a cimbrar tímidamente cada una de las perlas.

Parpadeo. Respiro. Está sentada en un sillón individual color verde en un consultorio de dentista bastante amarillo, más bien, su visión ahora cuenta con un filtro sepia que hace parecer todo como un recuerdo añejo o una ilusión fermentada por el miedo. Escupe.

La mano derecha frente a su pecho, extendida con la palma hacia arriba, puede contar dos piezas de un premolar que embonan perfectamente -genial- piensa ella, -uno menos por el cual preocuparme-, parecía segura de apretarlo en su mano y guardarlo en la chamarra cuando comenzó la lluvia de calcio proveniente de su boca. Cualquiera podría haber jurado que eran más dientes los que desaparecían, que era algo digno de arrancar un grito, sin embargo ella (que no era cualquiera sino una más) los tomó en su mano y levantó la mirada.

La sala tenía colores de nuevo, esta vez no había filtro pero la luz era considerablemente más baja y el tinte era bastante más verde. Un chico caminaba hacia afuera con la cabeza dirigida al piso, la mente de la chica se fue a una fiesta de años atrás, mismo envento en el que lo conoció. Miró sus dientes machacados, cerró su puño y corrió a la puerta -¡Antes hablabas!- y se giró para caminar en el sentido opuesto, cuando el pensamiento le llegó a su mente y se maldijo por intentar encararlo, se dio cuenta de que no importaba nada ya, era muy tarde y los dientes habían desaparecido del bolsillo, de su boca, de la memoria y de la película. Lo único que quedaba de ellos era la consulta agendada con el dentista.

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