Después del truene ¿qué?

Esa es la pregunta a la que muchos de nosotros nos enfrentaremos más de un par de veces en nuestras vidas, después de que una historia inigualable termina, cuando uno está derrumbado por dentro y con ganas de tirar la toalla... ¿después del truene qué? La vida no se siente vacía, pero hay un hueco que no puede llenarse, se tiene la sensación de que el barco en el que se va un pedazo de nuestro corazón se aleja cada vez más y más, y lo único que queda es sentarse a curar las heridas y reencontrarse con ese multiforme ser al que llamamos: yo.

Al final de día regresamos solos a casa, con la cabeza llena y el corazón vacío. ¿Qué se siente ahora; tristeza, nostalgia, impotencia? Se siente lo mismo que cuando se juega hasta agotar las ganas, por un lado la satisfacción de haber hecho algo bueno, de voltear atrás y decir "qué bien me la pasé" y por otro la desesperación de no poder hacer nada por cambiar lo que ya pasó.

No hay vuelta atrás, pero hay mucho camino por delante. Nadie sabe sabe exactamente si existirá un regreso, el amor se convertirá en amistad, camaradería o simple indiferencia.

¿Adónde se manda a todo el amor? o ¿cómo lo entretengo para dejar de voltear atrás?

Cada quién conoce sus aciertos y sus errores, todos tienen la capacidad de detectar sus fallas, sin importar el orgullo de por medio, ni el dolor o enojo. El coraje no lleva a nada bueno.

¿Qué queda después de lo que fue el nosotros? el Yo, el que siempre estuvo, el que siempre va a estar. Ahora sólo queda curar las heridas, reinventarse otra vez a sí mismo. Queda empezar otra vez desde cero con el corazón en la mano y el cerebro en el pecho. Con las ideas y los sentimientos revueltos en una sábana blanca que tiñe de rojo a cada movimiento por leve que sea.

Ahí estás, envuelto...en medio de mi y mi locura. Ahí estamos ausentes sin estar. Ahí estan, por siempre, en la eternindad de un instante...