jueves, 21 de abril de 2011

Comodidad

No es sexy, ni guapo, no es lo quiero pero, desgraciadamente, es lo que está a la mano.
Me ofrece la Luna, status, objetos varios, aquello que el dinero puede comprar y que ni brinda felicidad, pero sí comodidad.
Es muy fácil decir que uno debe decidir siempre por lo que quiere "en el fondo de sus corazón", que uno debe luchar, que las cosas sencillas no duran ni llenan por completo esos vacíos que nosotros mismos nos creamos, que nada sabe tan rico como cuando te lo ganas con el propio esfuerzo... ¿y si todo eso no es complemente cierto?
Yo tengo idea de qué cosas quiero:
Vivir en el extranjero
Mascotas
Una camioneta
Una maestría
Reconocimiento en el medio
Tranquilidad
Seguridad
Paz interior
Aprender a cocinar
Una lavadora de trastes
Un centro de lavado
Aprender a esquiar
Una cabaña en el bosque
Una vaca
Aprender a montar "como Dios manda"
Un taller de pintura y escultura (o sea, una habitación en casa dedicada a eso)
Un baño amplio, muy amplio y que tenga un escritorio, sí, una escritorio.
Aprender a tejer
Aprender esgrima
Vivir unas vacaciones trabajando en el campo, vivir eso que siempre quise

Quiero muchas cosas, muchas más. Lo triste del caso es que me veo tentada a obtener todo eso de alguien más, a no pelear por mis sueños, de pronto una parte de mí quiere ser esa "pinche muñequita" que se conforma con ser la sombra de otro, que se siente bien en ese "pinche mundito" que le crean, porque es tan "pendejita" que tiene que vivir en su burbuja porque no tolera el mundo real. Tengo ganas de ser la "pinche princesita idiota" que se sienta y sonríe, que no procesa y sólo digiere. Quiero ser esa babosa que es tan poca cosa, que me veo obligada a referirme a ella en diminutivo, quiero ser tan mínima que ni siquiera tengo derecho a tener una pinche, simple y llana palabra.

De pronto esa imagen deplorable se presenta como la oportunidad perfecta, me seduce, me toma entre su montón de brazos e intenta cobijarme. No sé qué debo hacer ahora, termino de permitirlo o la aviento de mi vida. Es tiempo de reaccionar, de actuar, de despertarme del sueño y ver que aunque no me guste, no vivo en mis fantasías en las que puedo volar. Tal vez es tiempo de darme cuenta que me guste o no, las utopías no son ciertas, que aquí no se trata de ser chingona o de ser chingada, que aquí es simple: eres pendejita o te pendejean.

Cuando lo escribo es tan fácil decir que sí, que seré pendejeada, que me vale lo que piensen los demás siempre y cuando tenga la certeza de qué pienso de mí. Cuando me duermo es bien simple hacerme de lado, definirme a través de algo, de alguien más. Sentarme a esperar parece tan cómodo, tan placentero, tan... de "pendejita inútil" que me dan unas ganas intensas de ser una maniquí modelo.

La diferencia en este sueño, en este que resultó ser el primer sueño desde que me enteré del giro radical que daba tu vida, en el que no aparecías tú, no apareciste en el sueño, no estabas en el despertar, no estabas en el análisis. Por primera vez en mis vacaciones forzadas no estuviste tú, sólo yo.

Y estaba yo para pensar en mí, para definirme a mí, porque lo que yo decida será lo que responda a la preugnta de qué será de mi futuro. Esta noche, este despertar te desvaneciste para que pudiera ver a la responsable de todo esto: a mí.

Hoy pude verme, pude ver mis inseguridades, mis preguntas, mi eterna lucha, el mismo discurso que no puedo terminar de cerrar porque ni siquiera me atrevo a empezar a indagar los porqués.

Soy experta en cuestionar, soy buena para responder, para afrontar. Soy de esas que ponen la cara, que no se andan con tonterías, que le chocan los rodeos, que le cagan las "pendejaditas" de las tipas normales, que no entiende los celos, que se cuestiona las preguntas sencillas porque las complicadas carecen de sentido. Soy quien no sabe qué va a ser, soy la que tiene miedo. El mismo ratón de hace tantos años. Continúo definiéndome por mis miedos, por la manera que tengo de multiplicar mis formas para lograr esquivar los obstáculos.

Estoy aterrada. A pocas personas les digo que se equivocan en sus decisiones, mi discurso no señala, enaltece detalles. Tengo pánico de darme cuenta que cometí un error y que perdí años de mi vida, que perdí mi vida.

Tengo miedo de empezar a levantar y levantar y levantar capas para terminar dándome cuenta que no soy ni remotamente parecida a quien siempre creí.

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