miércoles, 13 de febrero de 2008

El verde de la ciudad

Por Tania F. Escobar Escobar
Una mano extendida lo obliga a detenerse, en automático se estira hasta alcanzar el cordón que abre la puerta, un hombre, una mujer sube a bordo del pequeño y viejo volkswagen verde. ¿A donde va? Pregunta Miguel López mientras pone el auto en marcha y ve por el retrovisor a su nuevo pasajero. Una vez indicado el destino mentalmente traza la ruta, después de 10 años de estar frente al volante conoce casi a la perfección la ciudad de México.“La gente sube al taxi, se sienta y me indica su destino, a veces me dicen: voy a tal o cual lado y no vuelven a mencionar palabra alguna hasta que se bajan y me dicen: gracias, otras me dicen tome tal calle y yo le voy diciendo por donde, y así se la pasan todo el camino, diciéndome dé vuelta a la izquierda, ahora a la derecha, siga de frente, etc.” explica el señor Miguel López.Pero no toda las personas son iguales, “algunos suben y hablan hasta por los codos, uno no haya manera de cómo callarlos y no es que no me guste platicar con la gente pero hay uno que otro que de plano dan ganas de bajarlos o quizás lo agarran a uno en sus cinco minutos de mal genio que ya solo pienso en llegar mas rápido al destino con tal de que se baje y dejar de escucharlo o escucharla” comenta el taxista.Recorrer las calles de esta ciudad no siempre resulta aburrido, es cierto que de vez en cuando lo que menos se quisiera es pasar horas atorado en el tráfico pero este como cualquier otro empleo tiene sus ventajas y desventajas, “como taxista tengo la oportunidad de conocer muchos lugares aunque solo por fuera, además como también hago viajes foráneos pues he podido ver otras cosas no sólo el gris de esta ciudad que cada vez está más loca y con más tráfico pero bueno pa’ que me quejo es mi trabajo y tengo que hacerlo para mantener a mi familia” comenta el conductor del taxi ecológico.Pero entre los miles de autos que inundan la cuidad cada día y que terminan por formar grandes estacionamientos en las calles, Miguel con lluvia, frió, calor o cualquiera que sea el clima debe cubrir su turno para llevarles algo de comer a su esposa y sus dos hijos a los que no ve muy seguido “como en otros empleos tampoco tengo mucha oportunidad de estar con mi familia, mis turnos son a veces de hasta 12 horas, todo depende de cómo este el pasaje” dice Miguel mientras conduce.De los peligros no está exento como cualquier otra persona en esta ciudad: “procuro trabajar de día porque hay mas gente pero si no completo mi tarifa durante el día pues me quedo en la noche aunque no me gusta mucho porque uno corre mas peligros, así como los personas se suben con cierto temor yo también tengo que andar a las vivas a ver a quien subo a mi taxi”.Entre los cientos de oficios que mantienen en pie a esta ciudad el ser taxista no resulta ser el más sencillo, lidiar con el trafico a diario, estar sentado horas, comer por donde caiga entre otras tantas cosas hacen de esta labor algo digno de admirar.

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