jueves, 28 de octubre de 2010

Jardinería

Normal, humano, nada por lo cual uno deba perder la cabeza, nada por lo cual el cielo cambie de color ni las estrellas se acerquen a las manos. Frío, simple, terrenal. La ilusión que mueve el barco es precisamente la que lo estanca, la que lo materializa.

Con absolutamente nada que ofrecer, nada para dar al otro sino para construir partiendo de sí, no está con alguien por lo que puedan daar al otro, sino por lo que logre "el origen" crecer solo.

Un ticket de avión con destino desconocido, sin que importe. Un futuro inexistente con un presente fugaz. Vale por la creencia de que existe, a pesar de que continúe siento tan intangible como el pensamiento de lo real.

Incertidumbre que crea seguridad, felicidad inusitada que puede ser medida a cuenta gotas, ¿dudas? por que las dudas eternas enriquecen, las respuestas a estas envilecen el alma, pudren la esencia.

Creer que hay mariposas sin pájaros muertos para redescubrir que no son más que una ilusión comunitaria que droga y place a propios y extraños. Certeza de muerte, cabilación de vida.

Podría jurarse una existencia en vano, una caricia rota. El simple desdén a las hormonas, no odiar su existencia ni la representación de la misma, ni siquiera el coctel de químicos que obliga segregue el cerebro, no, simplemente entender que no merece más que una mirada fija, un suspiro callado, una vida para el disfrute y una eternitud en la lejanía.

Permanece lo que crea el individuo, la propia esencia que se mezcla con los demás perfumes, la flor se marchita, desaparece. No deja de ser lo que fue pero no continúa siéndolo, por tanto la experiencia se torna más bella e imposible, porque carece de sentido, porque atrae a una analogía con el campo: El recipiente no es más que la tierra que da la materia prima, mas no por ello carece de importancia, al contrario, su existencia es vital para la cosecha, imposible que crezca un tulipán al calor del desierto.

La siembra específica, personal. El jardinero inexperto pero apasionado puede traer al campo brotes inusitados, la mayoría de las veces no los espera o los modifica, los crea a su gusto... basura, encantan por un tiempo, después aburren. el conocimiento total y la observación prolongada hastían, no aprende más el agricultor de sí, únicamente se convierte en artesano.

Sin menosprecio de oficios ni valores agregados, lo que se pretende es lo que saldrá a la luz algún día, no por casualidad sino por constancia, por la visión fija en una meta que pudiera ser el creador mismo.

Los tulipanes caprichosos no florecen en cualquier clima, las demás flores de invernadero fascinan, es cierto, pero su valor no deja de ser fútil e irreal, tienen escrita la fecha de caducidad y su muerte inicia desde que comienzan a despertar a la vida, los tulipanes en cambio, ofrecen una experiencia personal y directa, que permanece aún la flor perezca.

La gente que ama los tulipanes y los desea en verdad no los forza, pues sabe que su semilla llegará en cuanto estén listos para aceptar que germine. Los tulipanes de esas personas no mueren al nacer, al contrario, nacen al morir. El agricultor gana el motivo, lo demás partirá de su sed de crecimiento. La planta de chícharos mágicos, que no se detiene al llegar al castillo inexistente, la flor que continúa creciendo aún cuando se acabe su mortal existencia.

La creatividad y la sed, el hambre que deja de ser hambre para convertirse en antojo, en motivo, en razón que obliga a encarar preceptos, a desarrollar estrategias individuales, la verdad universal que rige a un sólo personaje, la que únicamente comprenden y viven los que están listos para marcharse a la cálida nieve a cultivarse con el crecimiento de los bulbos y a aprender a realmente vivir y resignificar el disfrute de una muerte atemporal.

La ecuación que encierra fugacidad y eternidad sin destrozar las convenciones sociales que ya de nada importan, sin juegos de poder ni argumentos contradictorios. La organización perfecta que parte de eso que aún no se comprende pero se sabe que existe, se siente.

Perceptible, normal, simple y terrenal para quien sabe aprender de sí al paso pertinente para tener acceso a los bulbos de tan preciada e incomprendida flor.

No hay comentarios: